martes, 1 de julio de 2014

Hombres reales, con cuerpos reales. ¿Lucha de género o burla descarada?

por Fátima GalBos

Nuestra percepción de la belleza ha probado ser decisiva en la interpretación del entorno y en la creación artística. Mas toda acción perceptiva es subjetiva, es decir, inherente y dependiente del sujeto; no del objeto. 

En los últimos días, ha circulado una serie de imágenes en Internet que muestra a hombres comunes posando como los aceitados y corpulentos modelos de algunos anuncios publicitarios. Se trata de una convocatoria que hizo el diario británico The Sun, en la que invitó a sus lectores a tomarse fotografías imitando provocativos anuncios de ropa interior masculina, para luego escoger las mejores y publicarlas en su sitio web. El resultado se puede apreciar a continuación:










La propuesta llega como una réplica a las campañas que han sido difundidas en los últimos años por compañías como Dove, que alientan a la aceptación de cuerpos femeninos no estereotípicos dentro del concepto de belleza universal o global, y que en los últimos años han generado controversia y avivado el debate sobre el uso de la mujer como objeto publicitario y mercadotécnico. 

"Real Beauty" campaign, Dove.


Sin embargo, resulta evidente, ya sea dentro del contexto de la convocatoria, o simplemente analizando las fotografías en sí mismas, que el discurso de estos nuevos "Hombres Reales" - título que se le ha dado a la serie - está cargado de fuertes tintes de mofa. Así es como lo han tomado muchos hombres en las redes sociales, quienes afirman que si las mujeres deben ser representadas con justicia por los medios de comunicación, ellos también deberían serlo; con todo y sus llantitas. 

En un principio, podríamos hacer una lectura muy superficial de esta propuesta, para finalmente clasificarla de inofensiva e hilarante. Por otro lado, este experimento podría hacernos reflexionar sobre las ambivalencias del feminismo mediático mal encaminado (el hembrismo, como algunos le llaman), que lucha por acabar con estereotipos mientras que continúa fomentando otros. Y es que podemos encontrar mujeres que parecieran ser el exacto reflejo invertido de cualquier ejemplar machista; éstas luchan por ser aceptadas tal y como son, al tiempo que exigen una perfección irrealista e insensata en sus opuestos masculinos.

Pero esta conclusión raya, una vez más, en lo simplista. Un ejercicio interesante sería entrevistar a los lectores de The Sun que posaron como sus contrapartes modelos, y preguntarles sobre sus propios juicios al respecto. A juzgar por las fotografías, pareciera que pasaron un rato agradable posando ante la cámara, y que, a pesar de los altísimos estándares impuestos por la industria de la moda y la publicidad, no sienten vergüenza alguna en mostrar su cuerpo al natural. Muy probablemente, nos encontraríamos con que, si bien podrían desear lucir como los adonis de los anuncios, su autoestima está basada en diferentes paradigmas que los de la belleza tradicional, y que, por lo tanto, carecen de los tapujos y traumas que podemos encontrar en mujeres alrededor del mundo. 

La pregunta nos llega, invariablemente: ¿por qué es tan importante la belleza física para las mujeres? Porque la valía de la mujer como persona se encuentra, lamentablemente, inherente a su aspecto físico, mientras que la del hombre se asocia a otros aspectos, como su poder adquisitivo, su inteligencia, su influencia social, su carisma, etc. Desde muy temprana edad, las niñas absorben, cual esponjas, la idiosincracia de sus madres, o en su defecto, de las mujeres más cercanas a ellas. La cosmovisión de la madre se vuelve su propia cosmovisión. 

Visualicemos la siguiente escena: una pequeña niña de cuatro o cinco años se sienta frente al tocador de su madre, mientras que ésta se aplica el maquillaje. Si en el transcurso del proceso, la mujer se queja constantemente de sus arrugas, hace énfasis en sus imperfecciones, o adopta otras actitudes de auto-menosprecio, la niña lo observará todo con atención y lo adoptará como parámetro para conocerse y evaluarse a sí misma. Ahora bien, resulta incluso peor cuando las madres (y/o los padres) regañan a sus hijas por jugar de la misma manera que los niños. Frases como, "¡Mira cómo dejaste tu vestido!", "¡Qué feas traes las rodillas!" y "¡Pareces un niño!", vienen a la mente. La situación sólo se agrava y se complica más cuando las niñas alcanzan la pubertad. Es cuando las grandes compañías, a través de sus millonarias campañas publicitarias, les enseñan que deben hacer a un lado los bats, los balones, los patines, las bicicletas y todo aquello que antes era divertido, y sustituirlos por pintura para uñas, lipstick, toallas femeninas, productos para el cabello y ropa femenina. 

También es cierto: no a todas les pasa. Esto es una generalización, pero precisamente lo es, porque implica a una gran mayoría de mujeres. Mujeres que crecen queriendo parecerse a las cantantes, actrices y modelos de moda. Mujeres que piensan - no por falta de intelecto, sino por programación neurolingüística - que su valía como ser humano se limita al tamaño de sus pechos, a la simetría de los rasgos de su rostro, a la exuberancia de su cabellera, y al deseo sexual que sean capaces de despertar en los hombres.

Éstos crecen, por otro lado, con traumas no menos importantes, pero contrastantemente distintos. A ellos no se les prepara para ser "bonitos", pero sí se les enseña a ser físicamente fuertes. Los medios de comunicación les repite constantemente - tanto a hombres como a mujeres - que los hombres exitosos tienen un alto poder adquisitivo y que para merecer el amor, y principalmente, el respeto, de una mujer, deben ser poseedores del automóvil más caro, lujoso y moderno. Tal vez su autoestima no esté ligada al atractivo físico, pero sí se asocia a otros aspectos igualmente superfluos y mundanos. 

A los hombres podrá parecerles cómica, o incluso absurda, la insistencia de algunas organizaciones que promueven la aceptación del cuerpo femenino natural no estereotípico dentro de la concepción mediática de la belleza, pero es porque no entienden el grado de importancia que representa para millones de mujeres alrededor del mundo. Para ellos podrá resultar fácil y divertido posar como modelos de revista y exponer las imperfecciones (de acuerdo a los estándares de belleza) de sus cuerpos, pero quizá no les parezca tan sencillo atravesar por un desempleo, manejar un coche viejo, o recibir comentarios despectivos que incluyan la palabra "perdedor". Quizá no les sea tan fácil asimilar que ellos han recibido lavados de cerebro por parte de los medios de comunicación tanto como las mujeres, con la diferencia de que la gran mayoría de ellos ni siquiera se ha dado cuenta. 

Sería interesante encontrar una campaña que presente verdaderos "hombres reales": hombres que desempeñan diversas profesiones, incluyendo la labor de casa a la que muchos comienzan a dedicarse; hombres que no necesitan de un Porsche para ser felices ni exitosos. Hombres que gustan de actividades poco populares, que se alejan de los estereotipos del macho alfa. Hombres que, no por ser hombres, deban ser unos castrados emocionales. Hombres sensibles, hombres únicos, hombres inusuales, hombres como muchos que hay ahí afuera, lejos de los reflectores que apuntan a los modelos barnizados en aceite de coco. No sería la campaña más graciosa, pero sí infinitamente más interesante y sincera.

O tú, ¿qué piensas? 


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