miércoles, 10 de abril de 2013

La muerte anda suelta. Y se llama Calavera Garbancera.

por Fátima GalBos


Con motivo del centésimo aniversario luctuoso del grabador mexicano José Guadalupe Posada, el Museo Nacional de Arte INBA en México presenta la exposición temporal José Guadalupe Posada: Transmisor, la cual consiste en un acervo de más de 100 piezas, entre las que se destacan grabados, litografías, ilustraciones publicitarias, cancioneros, juegos de mesa, y muchos otros; además de obras de distintos artistas que fueron influenciados por el arte icónico de Posada. Al inicio de la muestra, diversos textos refuerzan y argumentan el papel del autor como transmisor; el rol que ejerce su obra, no sólo dentro del medio artístico sino también dentro del de la comunicación, así como su indiscutible importancia en la concepción cultural, iconográfica y social de México. 


Dicho esto, como observador, es abrumadoramente fácil tratar al autor y a su obra desde una perspectiva simplista y supérflua, propia de una civilización postmoderna y reductivista en la que los medios de comunicación son cada vez más veloces, inmediatos y directos. Éstas características, aunque positivas en varios aspectos, también obstaculizan la profundización en la apreciación de cualquier tema; en este caso, el arte. José Guadalupe Posada elaboró su extensa obra precisamente en una época en la que los medios impresos hicieron posible la divulgación de material artístico que antes había pertenecido exclusivamente a las galerías, y por lo mismo, creó un lenguaje fácilmente descifrable para sus contemporáneos, ilimitado por barreras sociales y basado en un contexto histórico determinado; aunque con la suficiente esencia de inmortalidad, la cual impregna a la obra de su carácter y trascendencia artísticos.

Posada fue un creador de mundos contrastantes dentro de sí mismos; un compositor de réquiems irónicos, que resucitaba esqueletos en lugar de otorgarle paz eterna a sus respectivas almas. Su obra no se puede definir como chusca, ya que entre las líneas del humor se asoma una realidad cruda, casi putrefacta. Es la sencillez de sus trazos lo que logra disfrazar la complejidad intelectual de su conceptualización. La idea en sí misma - la de representar una sociedad compuesta de calaveras garbanceras - es por demás modesta, concreta, directa y, sin embargo, facilitadora de diversas lecturas. Y no es que se pretenda realizar un sobre análisis o una intelectualización innecesaria; tanto la sociedad, como la muerte, son temas prismáticos, con innumerables aristas y oportunidades para la apreciación multi discursiva. 

La muerte es aquella certeza indiscutible a la que todos los seres humanos deben hacer frente desde una edad muy tierna. Dibujarla, definirla y nombrarla son algunas formas de enfrentarla y asimilarla psicológicamente. Ya sea que se le conciba como algo bueno o malo, liberador o atemorizante, cuando la muerte se convierte en un personaje, la mente la confronta directamente, como si se tratara de entrar en diálogo con nuestro propio reflejo en el espejo. En el caso de Posada, queda claro que uno de sus mensajes era que la muerte está siempre presente, a nuestro alrededor, en las personas que acompañan nuestra día a día y en los sucesos de la vida cotidiana, y que se hace aparente al observador entrenado; como lo era el artista mismo. A él se le revelaba todos los días; probablemente no de la manera milagrosa que relatan testimonios de encuentros con lo divino, sino que simplemente le era palpable y evidente. Quizá su visión del mundo y de la realidad se parecía a la habilidad innata que tienen algunos insectos y animales para percibir gamas de colores que otros simplemente no pueden ver.

Por otra parte, Posada desvestía a una sociedad históricamente inequitativa, y la despojaba de sus diferencias hasta dejarla, literalmente, en los huesos. Entonces, y a pesar de los vestidos, sombreros y encajes que delatan la posición socioeconómica y el rol social de los personajes, otro mensaje es claro: debajo de las construcciones artificiales de la sociedad, todos somos iguales; todos somos calavera. Al ser humano lo desvestía, mientras que a la muerte la disfrazaba de esqueleto, y es así como la asimilaba. Dialogaba con ella, y aunque pareciera burlarse, en realidad sólo la ponía de manifiesto; la encaraba al reconocer y admitir su existencia - como un Hamlet que toma un cráneo en sus manos y platica con su propia muerte. Pero Posada no se limitaba a discutir con su mortalidad; él contemplaba la de todos. 

Y con trazos que copian al tiempo que estilizan, que resumen a la vez que ensalzan, relataba fragmentos de la vida a su alrededor. En el presente, su visión permea todas las áreas de la cultura popular mexicana. Su arte quedó inyectado a otros artistas, y a todos los mexicanos. Puede hasta decirse que Posada vino a remendar una conexión muy profunda con nuestro pasado prehispánico y esa antigua cosmovisión indígena. La recuperó de entre nuestras propias entrañas, la actualizó, la vistió de ropas nuevas y mestizas y ahora vive - la muerte - entre nosotros. En un lugar cercano a nuestro ideario, donde podemos confrontarla, conversar con ella y así, de alguna manera, trascenderla. 


Visiten la exposición temporal José Guadalupe Posada: Transmisor, en el Museo Nacional de Arte, en la Ciudad de México, hasta el 16 de junio de 2013. 

Imágenes: Las primeras tres imágenes corresponden a ilustraciones de José Guadalupe Posada. La última imagen es un tributo a Posada de autoría propia, como parte de una convocatoria abierta realizada por el Museo Nacional de Arte.

2 comentarios:

  1. Apenas lo pude leer tras terminar la chamba... pues concuerdo con tu forma de ver al buen Posada, a mí me gusta desde el punto de vista de diseño, están bien chingonas sus calaveras.

    En Durango sacaron una lotería impresa en cartón con ilustraciones de Posada y estaba rete - bonita, a ver si aún encuentro una de esas.

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  2. Precisamente, en la exposición del Munal, regalan impresiones de juegos de la oca diseñados por Posada. Sus diseños siempre me recuerdan lo mucho que me gustaba coleccionar panfletos, folletos, libritos y demás impresiones con diseños interesantes; la sensación de oler la tinta y el papel, observar todos los detalles, etc. ¡Me encanta Posada!

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