El cine es, quizá, la expresión artística con mayor alcance mediático, además de la música. Se trata de un arte complejo, compuesto por diversos elementos que trabajan de manera armónica - en el mejor de los casos - y que resultan en la producción de un espejo o facsímile de la realidad humana. Éste no se limita a imitar, sino que transforma, inventa, proyecta, construye y moldea. Hay que ahondar en esta última frase, ya que debemos preguntarnos ¿qué es exactamente lo que forja y modifica? Por supuesto, la respuesta resulta también compleja. Pero, por el momento, concentrémonos en una sola vertiente: la consciencia.
El cerebro humano es recipiente de una capacidad de almacenamiento potencialmente infinita, y aunque pareciera que la memoria es limitada y lineal, en realidad estamos hablando de una habilidad que se desarrolla en varios niveles que interactúan entre sí, que se construyen y reconstruyen constantemente, y que indudablemente se traducen en lo que conocemos como nuestra personalidad. El cine es, en este sentido, gran educador, estimulante y provocador de la consciencia humana, con su basta información simbólica y sensorial.

Estallidos, impactos, bombardeos y disparos sumergen nuestros oídos en una catarsis emocional y sensorial sin precedentes. Las imágenes de naves espaciales que surcan el cielo con increíble rapidez; explosiones de gran alcance; autos que giran por los aires en cámara lenta antes de caer al suelo, y muchas otras escenas, producen reacciones químicas en el cerebro que resultan en sensaciones de excitación, agitación y placer. Y por supuesto, después de una jornada en la oficina, después de la rutina diaria y del agobio que causan las preocupaciones cotidianas, la películas de acción son gran aliciente.


Y no es que se tenga el afán de desaparecer por completo las películas de acción. ¡Nada de propuestas extremistas! Sería positivo, simplemente, que el séptimo arte hiciera uso de sus poderosos recursos también para la creación de mundos no apocalípticos. Universos diferentes y sorprendentes, que estimularan la imaginación de todos esos espectadores que también crean: arquitectos, escritores, ingenieros, doctores, investigadores, inventores, diseñadores, etc. O qué, ¿sería tan malo ver más representaciones de lugares como Rivendell (Lord of the Rings) y Naboo (Star Wars), sin que éstos se encuentren en constante peligro? ¿Sería tan aburrido explorar los paisajes de belleza salvaje y natural que existen en la Tierra y el Universo? ¿Es acaso tan inverosímil observar a un ser humano que crea, en lugar de destruir?
Pienso en dos filmes que han empleado los efectos especiales para crear mundos hermosos y no-violentos: The Life of Pi y Hotel Budapest.
ResponderEliminarAmbos, aunque Hotel lo hace con mayor modestia, muestran realidades enteras filmadas completamente en green screen.
Son las primeras que se me ocurrieron, pero ciertamente hay muchas, muchas más.
=)
Estoy de acuerdo, existen varios ejemplos, como bien dices. Life of Pi es una película visualmente hermosa, y Hotel Budapest es fotográficamente estética. Otras películas que puedo mencionar son The Fall (de Tarsem Singh), Devdas (la versión de 2006), Sueños (de Akira Kurosawa), que presenta tanto los escenarios apocalípticos como los utópicos; todas muy recomendables. Me gustaría, no obstante, que existiera un balance (en cuanto a cantidad de producciones) entre los filmes de contenido apocalíptico/catastrófico con los de mensaje utópico/propositivo/estético, los cuales muchas veces pasan desapercibidos en relación con los primeros.
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